Contactos Extraterrestres en la Biblia

El primer encuentro de Moisés con Yahvé ya da que pensar.

¿Y si los dioses y ángeles descritos en la Biblia fuesen las mismas entidades que hoy se presentan como seres extraterrestres? En apariencia parece una teoría descabellada, pero si interpretamos los Textos Sagrados a la luz de los conocimientos tecnológicos y aeronáuticos actuales, la cuestión cambia. Y es que el Antiguo Testamento está plagado de descripciones de objetos voladores, poderosas armas destructoras y enviados de los cielos, cuyas características son clavadas a las que refieren hoy en día aquellos que protagonizan encuentros cercanos con los tripulantes de los OVNIs…

Si existe un libro perteneciente al Antiguo Testamento en el cual la presencia de objetos voladores es constante, ése es el Éxodo, que narra la huida de Egipto del pueblo hebreo y su búsqueda de la Tierra Prometida. El mismísimo Dios (Yahvé) eligió a Moisés para llevar a cabo tal cometido. Éste mantenía permanente contacto con Dios, que avanzaba delante del pueblo elegido, abriendo el camino. Lo verdaderamente sorprendente es que si analizamos lo narrado en el Éxodo con ojos de un habitante del mundo en pleno siglo XXI, no tendremos más remedio que llegar a la conclusión de que Yahvé en realidad era… ¡un objeto volador!

OVNIS Y EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA

El primer encuentro de Moisés con Yahvé ya da que pensar. Según el Éxodo, el profeta se encontraba cuidando su rebaño, cuando ocurrió lo siguiente: «El ángel de Yahvé se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo pues Moisés: ‘;Voy para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza’. Cuando vio Yahvé que Moisés se acercaba para mirar, le llamó desde la zarza, diciendo: ‘;Moisés, Moisés’. El respondió: ‘;Aquí me tienes’. Le dijo: ‘;No te acerques más; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en el que estás es tierra sagrada’. Y añadió: ‘;Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’».

Luego, Yahvé le encarga la misión de liberar a los hebreos de la esclavitud. Moisés intenta evitar tal cometido, argumentando todo tipo de excusas, pero Dios le asegura que mostrará su poder ante la tribu hebrea y el faraón egipcio, de modo que éste no tendrá más remedio que dejar marchar al pueblo elegido. Pero detengámonos brevemente en el pasaje anterior. Moisés se sorprende porque observa un fuego entre una zarza y ésta no se consume. Obviamente, el profeta nada podía saber sobre la luz artificial, porque parece que de eso se trataba. O al menos así podemos interpretarla, analizada la escena a varios milenios vista.

Una vez que Moisés consigue sacar a su gente de Egipto, comienza un largo y penoso peregrinaje a través del desierto en pos de la Tierra Prometida, siempre bajo la protección de Yahvé, que es descrito en el Éxodo de un modo más que sorprendente: «E iba Yahvé al frente de ellos, de día en una columna de nube para guiarles en el camino y durante la noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que pudiesen marchar de día y de noche. La columna de nube no se retiraba del pueblo durante el día ni la columna de fuego de noche». ¿Acaso no es lícito concluir que Yahvé era una aeronave que se mantenía a cierta altura, guiando al pueblo elegido tanto de día como de noche, pues emitía luz para que los caminantes pudiesen ver por dónde pisaban?

Ahora bien, todavía más explícito al respecto es el Libro de los Números, la cuarta obra contenida en el Antiguo Testamento. En la misma se narra la presencia de Yahvé sobre el Tabernáculo o Tienda del Testimonio cada tarde, «tomando aspecto de fuego hasta la mañana»

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